Los medios de comunicación tienen una gran responsabilidad a la hora de informar sobre situaciones complicadas, como la crisis de los refugiados. Los periodistas deben ser cuidadosos con el lenguaje que utilizan puesto que la forma en la que narran un hecho influye en la comprensión e interpretación que la audiencia hace del mismo.
Para empezar, no es lo mismo hablar de refugiados que de migrantes. Según la Fundación del Español Urgente (Fundéu), “refugiado se aplica al que huye por un conflicto o por persecución política, por lo que no equivale a inmigrante, que es cualquier persona que llega a un país para fijar su residencia en él”. Es decir, “dado que no todos los refugiados buscan establecerse en otro país, sino que solo huyen por su propia seguridad, es impropio llamarlos inmigrantes”.
Las historias y los motivos por los que estas personas están entrando en Europa son diversos, pero ni unos ni otros son terroristas. Resulta una obviedad, ya que precisamente están huyendo del horror de la guerra, pero parece que algunos no lo tienen tan claro.
Ocurre lo mismo cuando se habla de musulmanes e islamistas. No es lo mismo. Y muchas veces la prensa da pie a estas confusiones haciendo un uso erróneo de los términos. Musulmán es “aquel que cree en la religión de Mahoma”, mientras que islamista “hace referencia a los musulmanes integristas”, como indica la Fundéu. Esta y otras diferencias entre árabe, musulmán, islámico e islamista están recogidas en este artículo.
Es importante aclarar estas diferencias así como evitar las expresiones de odio. No es lo mismo hablar de “personas” que de “hordas”, “oleadas” o “enjambres”. Por esa razón, asociaciones como Acnur o La Red de Periodismo Ético (EJN, por sus siglas en inglés) han publicado una serie de pautas y recomendaciones para facilitar a los medios la tarea de cubrir las informaciones sobre los refugiados.